Hay artistas que buscan la belleza pura. Hay maestros que buscan la perfección técnica. También existen esos “artistiñas” que quieren, pero no deberían querer, y estamos también el grupo de los híbridos, aquellos que nos tambaleamos entre el querer y el no poder. Aquellos que por lo menos lo intentamos, por sentir esa fuerte necesidad de expresar nuestro más profundo y desconocido "yo" interior. Y es en este juego equilibrista entre emoción creativa, las ganas de expresar y el no importar lo que opinen los demás, cuando surgen obras con un toque peculiar y especial que pueden llegar a captar la atención.

Mitología y el Surgir de la Primera Chispa
Nacemos y crecemos con todas las variables posibles de vida cargadas en nuestra mochila interior. Estoy convencido de que están ahí desde el inicio. También creo que son algunas personas las que desbloquean nuestras variables de vida a medida que crecemos. Personas que provocan chispas que determinan nuestra vida en una u otra dirección. La chispa que hace nacer esa amistad que perdura toda la vida. O la chispa que despierta el gusto por una comida en especial, un postre, un vino o un lugar. Cómo no, la chispa del amor, que moldea el resto de tu vida para hacerte descubrir lo poco que necesitas para ser feliz. Hay una chispa para todo. Y permanecen ahí incluso cuando quienes las provocaron ya no están presentes.
Fue una ogra llamada Flora la que despertó mi chispa de la creatividad. Tutora en EGB y profesora de manualidades, tenía un carácter especial y una manera poco ortodoxa de mantenernos a raya y animarnos a estudiar. 40 y pico años después, Mariano aún debe conservar el chichón recibido. Fue un dolor empático, a todos los presentes nos dolió. Su cabeza se estampó contra la suma mal resuelta en el pizarrón. Pero Flora también tenía un don especial para las manualidades y la creatividad. Encendió la chispa que abría ante mí un mundo de posibilidades para expresar todo lo que acumulaba en mi interior. Aquello que, por miedo a las burlas de la mayoría de mis compañeros, no daba expresado. Mariano la odiará con razón; yo le debo la liberación creativa y el aprender a moldear mis emociones con mis propias manos.

Oscuridad y Sombras, el Eterno Duelo
Adolescencia. Nunca una sola palabra ha reunido tantas contradicciones, errores y aprendizajes que suelen sufrir quienes nos rodean. Esa etapa donde pretendemos encender nuestras propias chispas, o nos dejamos guiar por falsos destellos que nos dejan en el abismo del lado equivocado de la vida. Afortunadamente, mi transición no fue del todo mala. Siendo muy joven me convertí en monitor de socorrismo terrestre, acuático y marítimo, estudié imagen y sonido, hice la mili en ambulancias y, al poco tiempo, estaba disfrutando de mi trabajo en el mundo audiovisual e impartiendo cursos, charlas y conferencias en la Universidad de Santiago de Compostela, además de en otros centros públicos y privados.
Las chispas se sucedían por todos lados. La creatividad, símbolo de mi trabajo, la tecnología mi aliada. Recorrí Galicia, España y llegué hasta Japón con mis trabajos audiovisuales. Edité múltiples formatos, desde publicidad a series de televisión o programas de reality, además de desarrollar diferentes proyectos audiovisuales. Desde la realización y dirección hasta la edición y escritura de guiones, lo abarcaba todo. Mi trabajo era mental, profundamente tecnológico. Apenas descansaba. Pero llegó el momento. Ese momento personal y laboral en el que te replanteas si ese es el camino a seguir el resto de tu vida. No tardé mucho en dejarlo todo e irme a casa. Necesitaba una chispa, la que me devolviese la emoción de crear con mis propias manos, sin tanta tecnología. Reencontrarme con mi yo introvertido del colegio, que ensimismado anudaba cuerdas para crear un macetero que todavía conservo. Entonces apareció mágicamente OQO Editora. Me ofrecieron adaptar a cortometrajes de stop-motion su fantástica colección de álbumes ilustrados. Audiovisual, tecnología y creación artesanal para dar vida, foto a foto, a fantásticos personajes animados. La reconexión con el trabajo artesanal revitalizó mi alma. No podía pedir más!

Las costuras de la vida
No, no podía pedir más, pero la vida es caprichosa, que le pregunten a cualquiera. Mi ser interior me seguía arrastrando con la inercia del cambio. No es que fuese difícil frenar, simplemente no era consciente de la velocidad que llevaba. Conocí a la persona que sería mi pareja durante una larga etapa de mi vida y madre de mi hijo. De repente mis días se desarrollaban entre Santiago de Compostela, Pontevedra (OQO Editora) y Viena, donde ella vivía. En su piso había una máquina de coser a la que no se le daba mucho uso, telas de diferentes texturas y estampados, y en las afueras de Viena había un espectacular almacén donde botones de todos los tamaños y formas llenaban pasillos que parecían sacados de una película de fantasía.
Siendo pequeño mi madre nos hacía la ropa, a mis dos hermanos y a mí. Recuerdo verla coser sin descanso, haciendo nueva ropa o arreglando la usada de mi hermano para que yo la pudiese aprovechar. Me fascinaba verla coser. El sonido del pedal. Sus manos haciendo pasar la tela por debajo de la aguja. También me usaba como maniquí para la ropa de mi hermana. Si a mí me sentaba bien, a ella le quedaría perfecta. Poco a poco, día a día, aprendí a coser.
Sentado en Viena delante de la máquina, con las telas y la inmensa cantidad de botones adquiridos, nacieron las Wienner Voodoo Puppen, las muñecas vienesas de vudú positivo. Unas creaciones que a través de unas instrucciones de uso basadas en psicología, tratan de hacer el bien a las personas que las poseen. Y es que todas mis creaciones tienen el influjo del arte de contar historias. No son simplemente figuras estéticas, o art-toys. Detrás de cada una de ellas existen profundas narrativas que nos provocan el recapacitar sobre nuestra vida pasada, presente y futura. Quizá, como esas costuras invisibles que sostienen una prenda, nuestras experiencias entretejan el sentido de lo que creamos, cruzando hilos y encendiendo chispas que despiertan nuevas formas de entendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea.

Luminosa oscuridad
No recuerdo bien el día, pero sí la sensación. Fue una de esas noches de sueños repetitivos que no te dejan descansar, dando vuelta tras vuelta sin parar. Desperté haciendo vida en Quito (Ecuador) y esperando un hijo. Fue una etapa llena de incertidumbre y cambio, donde las emociones fluctuaban constantemente. Comenzando por mis equipos audiovisuales, que llevaban tres meses retenidos en la aduana de Guayaquil. Una vez recuperados y con la urgencia de recuperar el trabajo atrasado, llegaron las matemáticas y su "no hay dos sin tres". Durante el último año no había llovido lo suficiente; los embalses estaban vacíos y, para un país que basa su energía en hidroeléctricas, era un desastre. Durante otros tres meses, hubo racionamientos de energía eléctrica de seis horas al día. Ya tenía mi ordenador, pero seguía sin poder trabajar.
La oscuridad acechaba. Una "Nada" que parecía devorar todo a su paso tan sólo dejó espacio para la necesidad de no derrumbarse y sobreponerse. Fue así como nació Cuando se va la luz, un proyecto artístico que no solo buscaba generar opciones para una vida sin energía eléctrica ni tecnología, sino también redescubrir esa luz interior que surge en los momentos más oscuros. Retomé por completo mi faceta manual de crear. En nuestra casa, sobre la mesa del salón, bajo la tenue iluminación de las velas, comenzaron a nacer mis primeras figuras, pequeñas historias convertidas en arte tangible.
Arte que nace de lo más profundo del ser
Cada serie nacida durante esta etapa es un reflejo de mis emociones, evolucionando paralelamente a mi estado personal. Primero surgieron las jirafas, llenas de color y con cuerpos largos y maleables. Estas figuras reflejaban mi libertad de experimentar sin límites, un escape hacia lo lúdico y lo creativo en medio de un inicio de incertidumbre. Sus dimensiones me daban la libertad creadora. Poco a poco se fueron humanizando, llegando a crear la BatGiraffe, la Jirafa Rockera, o la Jirafa Slash entre otras. Mientras y de manera profunda, los sentimientos que no contaba y se iban almacenando comenzaron a querer salir, porque no todo siempre está bien. Aparecieron esos momentos en los que no puedes contenerte y necesitas crear algo diferente, un impulso renovador que despierte nuevas ideas. El ansia por comunicar puede apoderarse de ti. A veces, basta con un material sencillo para empezar: en mi caso, fue trapo, papel maché o porcelana fría. Así nacieron los Rabudiños, pequeños seres hechos de calcetines que transforman las protestas en algo encantador, y la Serie Nude, que desnudó a personajes famosos para mostrar su vulnerabilidad y humanidad.

Tus miedos, ¿cómo los enfrentas? Los Monstruitos surgieron como una forma de hacer las paces con los míos, mientras que los Traposaurios, inspirados por los dibujos de mi hijo, me recordaron que el arte también puede nacer del juego y la colaboración. Cada serie que he creado es un reflejo de una etapa, de una emoción que necesitaba plasmar, y un recordatorio de cómo la creatividad puede transformar incluso los momentos más inesperados en algo significativo. Mi viaje artístico, que todavía continúa, no solo refleja mis vivencias, sino que es también una búsqueda constante de conexión entre pasado y presente, abriendo puertas hacia un futuro lleno de posibilidades.
Un Futuro Inclasificable: El arte está al alcance de todos.
Tu historia, la mía, y la de cada una de las personas de este planeta está en constante construcción. Hoy despierto de regreso en mi tierra, Galicia. Gran parte de los ecos de mis viaje me acompañan, figuras con doble significado, el de los espectadores, y el mío propio, donde veo reflejado cada alegría y cada lágrima. Cada pieza es un fragmento de un duro camino de transformación.
Desde mi experiencia, desde mi arte, te puedo ayudar a contar tu historia, o la de esa persona a la que le debes un regalo especial. Hablemos, de la vida, del arte y de las emociones. Y no olvides que el arte está al alcance de todos.
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