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Cuando ya no me necesite

  • Foto del escritor: Carlos L. Ríos
    Carlos L. Ríos
  • hace 2 días
  • 2 Min. de lectura

Ninguno sabíamos adónde llevaba esa escalera. Y, en realidad, tampoco importaba.


El primer escalón lo bajamos jugando, con esas risas cómplices, despreocupadas, que solo tienen quienes aún no conocen la urgencia. La acompañaba en cada salto, sintiendo cómo el mundo se le abría sin miedo. En el segundo, inventó historias en voz baja. De dragones, de trenes que nunca llegaban, de madres que esperaban sin preguntar. Yo escuchaba. Siempre lo hacía. Y, aunque no pudiera responderle, sentía que en cada cuento ella me hablaba a mí.


El tercero fue distinto. Se detuvo. No por miedo, no del todo. Era diferente. Como si la añoranza la retuviese. Quizás una duda. Tal vez un recuerdo. O una difusa despedida. Algo que dolía sin doler, que se quedaba pegado a los talones.


Vista cenital de una niña con abrigo rojo y una flor rosa en el cabello, caminando sola por una escalera de piedra desgastada. La imagen transmite movimiento, transición y una atmósfera introspectiva, como si la niña avanzara hacia lo desconocido con silenciosa determinación.
Cuando ya no me necesite

El tiempo jugaba con su cabello, y yo intentaba abrazar sus hombros, como tantas veces. Pero ya no se dejaba tan fácilmente. Ya no necesitaba tanto refugio. Caminaba más recta, más sola. Aún arropándola, sentía que empezaba a soltarme, un poco más con cada paso.


No la llamé. No la detuve. Las voces que antes la guiaban habían aprendido a callarse. Y ella… ella había empezado a escucharse a sí misma. Esa música nueva que nace cuando uno por fin empieza a ser.


Fue entonces que lo supe.


Que ya no le serviría mucho más. Que muy pronto me dejaría atrás, tal vez apolillado, doblado en el rincón de un armario, o esperando en algún escalón. Me convertiría en memoria. En ese abrigo rojo de su infancia. En ese recuerdo que llega cuando el frío sorprende y uno piensa: "Antes había algo que me abrigaba mejor."


Y eso estaba bien. Porque yo la llevé. La llevé cuando todavía creía que todo era juego, cuando sus pasos eran livianos y el mundo tenía menos esquinas oscuras.


Y ahora, ella avanza sola.

Con los brazos libres.

Y el corazón, por fin, propio.

 

Fotografía original en la que está basado el microrelato Quito - Ecuador

Fotografía: elcreadordenubes

Vista cenital de una niña con abrigo rojo y una flor rosa en el cabello, caminando sola por una escalera de piedra desgastada. La imagen transmite movimiento, transición y una atmósfera introspectiva, como si la niña avanzara hacia lo desconocido con silenciosa determinación.

Carlos L. Ríos

elecreadordenubes


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